Más del 40 % de la población mundial no tiene acceso a la educación en su lengua materna, lo que afecta gravemente a comunidades indígenas y migrantes, perpetuando la exclusión social y vulnerando derechos fundamentales
La diversidad lingüística en el mundo refleja la riqueza cultural de la humanidad. Sin embargo, junto a esta diversidad, emerge una problemática muchas veces ignorada: la discriminación lingüística. Este fenómeno afecta a hablantes de lenguas indígenas y minoritarias, vulnerando sus derechos fundamentales y perpetuando la exclusión social. Un artículo de Andrea Cristina Álvarez Pacheco en el prestigioso Observatorio del IFE señala que, según la ONU, actualmente existen más de 7.000 lenguas habladas y cerca de 3.000 lenguas de señas. Sin embargo, cada dos semanas desaparece una lengua, llevando consigo un vasto patrimonio cultural. Las lenguas son más que simples herramientas de comunicación; son el reflejo de la identidad y la historia de sus hablantes.
La Declaración Universal de Derechos Lingüísticos reconoce dos tipos de derechos: los individuales y los colectivos. Los primeros garantizan la libertad de usar la lengua propia tanto en el ámbito privado como público, mientras que los segundos se refieren a la protección y visibilidad de las lenguas en la sociedad, algo que los Estados deben asegurar mediante políticas culturales, educativas y judiciales.
A nivel global, más del 40% de la población no tiene acceso a la educación en su lengua materna, una cifra que asciende al 90% en algunas regiones. Diversos estudios señalan que enseñar en la lengua materna mejora el rendimiento académico y fortalece la autoestima de los estudiantes. No obstante, muchos sistemas educativos ignoran estos beneficios, marginando a quienes no hablan la lengua dominante.
En México, el derecho a preservar las lenguas indígenas está reconocido por la Constitución. El Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) señala que los hablantes de estas lenguas tienen derecho a usarlas en trámites oficiales y a recibir servicios en su lengua materna. A pesar de esto, la Ley General de los Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas lleva apenas 20 años en vigencia, lo que resulta insuficiente para un país que cuenta con 69 lenguas originarias.
La discriminación lingüística, también llamada glotofobia, es el trato desigual hacia una persona por su lengua, acento o vocabulario. Este tipo de exclusión no solo se manifiesta en burlas, sino también en la desigualdad de oportunidades laborales o educativas. A menudo, afecta a comunidades históricamente marginadas, como los pueblos originarios y los migrantes.
Un caso extremo ocurrió en 2022, cuando un joven otomí en México fue atacado por no hablar “bien” español. Este incidente es un ejemplo de cómo la discriminación lingüística puede escalar hacia la violencia física, alimentada por prejuicios arraigados en el racismo y el clasismo.
El desprecio hacia las lenguas indígenas y las variantes no normativas del español está profundamente arraigado en prejuicios sociales. Utilizar términos como “dialecto” de manera peyorativa es un reflejo de esta discriminación, al considerar ciertas formas de hablar como inferiores.
En términos de derechos lingüísticos, se pueden identificar cinco campos clave:
- Cultura: Los derechos lingüísticos aseguran la preservación y promoción de las lenguas como parte de la identidad y patrimonio cultural de los pueblos originarios.
- Educación: Incluye el acceso al conocimiento y a la producción cultural en la lengua propia, no solo en el ámbito familiar, sino también en el oficial.
- Justicia: Se garantiza a las personas el derecho a la interpretación y traducción en sus lenguas durante procedimientos legales, lo que asegura equidad y respeto a sus costumbres.
- Servicios: Implica el acceso a servicios públicos en la lengua materna, incluyendo trámites gubernamentales y señalización pública bilingüe en áreas donde viven pueblos originarios.
- Participación ciudadana: Se enfatiza el derecho de los pueblos originarios a tener personalidad jurídica para influir en decisiones colectivas y acceder a instancias legales.
Para combatir la discriminación lingüística, es necesario reconocer que todas las lenguas y sus dialectos son igualmente válidos y valiosos. La protección de los derechos lingüísticos es clave para garantizar la inclusión y el respeto hacia todas las culturas.